La masculinidad tradicional tiene costes y no es buena para los hombres.
Más del 90% de las personas en prisión son hombres: este solo es uno de los costes nunca mencionados de la masculinidad.
Los hombres podemos construir una masculinidad que no nos agreda, que nos ayude a ser más felices, más solidarios, más valientes y más tiernos.
Desde una visión solidaria y transformadora de la realidad no podemos aceptar que las diferencias biológicas se conviertan en desigualdades sociales y culturales.
Tenemos la posibilidad de trabajar para evitar que las simples diferencias anatómicas, como la presencia o ausencia de pene, sean causa de desigualdad o de opresión hacia nosotros o hacia nadie.
Por tanto, es posible transformar nuestra realidad social actual y reconstruirla para que cualquier persona, al margen de sus genitales, pueda ser auténticamente libre.
Este libro da pistas claras para llevarlo a cabo.
Atreverse a leerlo es abrirse a una nueva realidad de colaboración entre mujeres y hombres para una sociedad más igualitaria, más justa, más feliz.